Las tardes se me hacen eternas. Aquellas que llueve son las que más duelen, las gotas traspasan los cristales y se me clavan dentro, las nubes parecen querer cegarme y perderme entre tantas sombras, las paredes cada vez están más blancas, y yo más vacía, he quitado todos esos bonitos cuadros y de mí he borrado todos los recuerdos, aunque me equivoco, solo me quedé con los tristes, que por desgracia son los que menos dejan olvidar, las sonrisas se han apagado como las velas que terminan consumiéndose en esos días de apagón, los truenos dejaron de asustarme, los gritos de nuestras peleas retumban más en mi habitación que aquellos en toda la playa, la culpa la tienen las tormentas, qué crueles son, como el conocido aquel que te recuerda los acontecimientos tristes cuando menos falta te hace y encima con desdén. Vaya unos días de charcos de lágrimas en pleno paseo, junto al mar.
sábado, 23 de mayo de 2009
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